Friday, February 27, 2009

EL EXTRAÑO VISITANTE

EL EXTRAÑO VISITANTE

Paula es una mujer de mediana edad, simpática y muy conversadora, no le resulta difícil entablar una relación con personas desconocidas.
¿Cómo la conocí? Resulta que me invitaron a un café donde se dio lectura a varios de los relatos de mi libro “La estación de las Ánimas”. El joven narrador después de terminar de contar los relatos como antaño hacían las abuelas me invitó a que comentara sobre ellos.
Paula estaba entre el público y cuando terminé de dar mis comentarios ella me contó los terribles episodios que había vivido desde muy joven en una casa en la colonia chapalita. Me impresionaron tanto sus eventos que le pedí una cita para entrevistarla y amablemente accedió. Además resultó ser tía de un amigo de mis hijas.
Una mañana me trasladé a su casa y Paula me esperaba con un café y galletas. Charlamos un poco de cosas triviales y luego nos enfocamos a la narración de sus vivencias, con la pregunta acostumbrada: ¿Cuál es el primer evento que recuerdas te haya sucedido, en el rango de lo extraño, o lo inexplicable?
“De niña, como desde los 7 años, veía gente, sombras en mi cuarto lo que me producía miedo y me hacía reaccionar con gritos. Mi familia me decía que tenía pesadillas y me lo fui creyendo. Hasta la fecha grito dormida y le saco cada susto a mi esposo porque con frecuencia sueño que me estoy ahogando o que me están asfixiando. Además sigo viendo sombras que se me acercan”.
-¿Luego de esas experiencias de niña, cuál fue la experiencia que más te ha impresionado?
-La del pulpo plateado. Te voy a explicar cómo sucedió todo pero antes te voy a dar un poco de antecedentes De joven vivía con mis padres y mi hermana en la calle de José María Robles, en la colonia Chapalita, a un costado de un conocido Hospital. Mi hermana y yo dormíamos juntas en camas separadas por un buró y un pequeño espacio. Yo dormía junto a la ventana y ella junto al clóset. A veces al acostarme sentía como si me estuvieran viendo. Abría los ojos para ver si había alguien y no encontraba a nadie. Los cerraba de nuevo pero volvía a sentir lo mismo. Mi hermana también se quejaba de la misma sensación.
Una noche de tantas, mi hermana y yo nos fuimos a acostar y escuchamos claramente como si cayera una hoja de papel. Prendimos la luz y no había nada en el suelo. Otro día escuché en mi buró el sonido de un pedazo de plástico cuando lo arrugas y pensé que era un ratón. Prendí la luz y tampoco había ni plástico, ni ratón. En otra ocasión como a eso de las doce, sentí algo pesado encima de mí, pegué un gritote y descubrí a mi hermana con todo y cobijas encima de mí pidiéndome que prendiera la luz porque estaba viendo unos ojos plateados que la observaban desde el clóset.
Prendí la luz y vi la cara de mi hermana que estaba horrorizada describiéndome todo el evento: “Abrí los ojos porque sentí que me veían y ahí estaban los ojitos plateados sobre la puerta del clóset mirándome”.

-¿Cómo, Paula, yo creí que adentro del clóset? –le pregunté.
-No, eso era lo más extraño, el closet estaba cerrado.
Luego llegó mi mamá porque escuchó nuestros gritos y se acostó con nosotras para que estuviéramos tranquilas. Era tan frecuente que gritara yo o mi hermana o las dos, que mi madre no se asombraba solo iba a hacernos compañía.
Ahora viene el relato del pulpo plateado yo así le llamo y verás porqué. Nos fuimos a dormir mi hermana y yo, pasaron unas horas sin novedad hasta que me despertó la sensación de que alguien me miraba. Estaba acostada boca abajo. Al abrir los ojos vi enfrente de mí una cosa enorme deforme plateada con ojos negros y una boca que era un hoyo negro. Para que me entiendas mejor, haz de cuenta que un enano se disfrazó con una tela plateada como si fuera un fantasma. Alrededor de él se veía una luz plateada y parecía que volaba.
¿Tenía brazos o piernas?
-No. Era como una cabeza de globo con la tela plateada encima. La cara la movía y al hacerlo se veía deforme, ¡horrible!.
Al verlo no atinaba a descifrar qué era, pensé que el ser estaba disfrazado y que deseaba hacerme daño. Como siempre grité y aquella cosa voló hacia la cama de mi hermana. Me le quedé viendo paralizada tratando de averiguar si estaba soñando o realmente estaba sucediendo todo eso….Mi hermana volteó, no se si por mis gritos o porque sintió al ser. Abrió los ojos horrorizada y comenzó a gritar. Eso me hizo darme cuenta que no era un sueño. Entonces el extraño visitante nos miró a las dos molesto y se devolvió por el espacio entre las dos camas y fue cuando vi que no tenía pies, ni manos. Voló hacia los pies de mi cama y ahí desapareció. Voltee a ver a mi hermana y ella a mí En eso llegó mi mamá y le contamos lo sucedido pero no dio crédito a nuestras palabras, como siempre dijo que eran pesadillas.
Al otro día le conté de nuevo a mi mamá pero no me creía. Cuando mi hermana y yo le describimos todos los hechos con tanta similitud dudó un poco de que todo fuera producto de la imaginación. Bautizamos al extraño ser como el pulpo plateado porque no hay un espécimen en este mundo como ese. Hasta la fecha se burlan de nosotras pero no tenemos ninguna duda de lo que vimos.
Después de ese evento, no creas que ahí terminó todo. Ese ser ya no regresó y qué bueno porque mi hermana y yo sentíamos que era malvado. En repetidas ocasiones mi hermana llegó a escuchar que aventaban el buró de la recámara y abría los ojos y el buró estaba en su sitio. De noche o de día, sola o acompañada escuchaba eso con frecuencia. Se llegó a bendecir la casa en varias ocasiones pero los fenómenos solo nos dejaban descansar uno o dos días.
Con el paso del tiempo mi hermana y yo nos casamos. Yo en julio, ella en diciembre del mismo año. Como yo me fui primero, ella se quedó sola y siempre dejaba la luz prendida para poder dormir. Algunos primos que nos visitaron llegaron a ver a una sombra que se deslizaba por la casa y era color gris claro, casi siempre se le veía del cuarto a la cocina y de la cocina al cuarto donde mi hermana y yo dormíamos. Escuchábamos diferentes ruidos. Era constante la sensación de ser observada.
Cuando mi hermana y yo nos casamos y algunas visitas llegaban a dormir en nuestra recámara se quejaban de lo mismo, es decir, de tener la sensación de que los veían y ni siquiera sabían todo lo que mi hermana y yo habíamos pasado en ese cuarto. La persona que más se impresionó fue una prima que tenía sus niñas pequeñas y mientras estaba de visita las acostaba en mi recámara. Ella estaba en la cocina y desde ahí vio a la sombra ir del cuarto hacia la cocina. De pronto la vi impávida y se le rodaron las lágrimas. Le pregunté que le pasaba y me dijo que había visto a la sombra. Desde ese día nunca volvió a acostar a las niñas en esa recámara.
Luego mis papás un día decidieron trasladarse a dormir a ese cuarto porque le daba el sol por la mañana y era muy calientito. Mi papá dormía junto al closet y mi mamá junto a la ventana.
Total que se durmieron y transcurrido el tiempo mi madre se despertó con la sensación de que alguien la observaba y para su sorpresa sí estaba alguien enfrente de ella. Era un sujeto vestido con una túnica gris –no le vio la cara- y el hombre le trató de entregar una daga. Por supuesto que mi madre aterrorizada en lugar de tomarla se hacía para atrás pegándose a la cabecera. Él hombre insistía en entregarle el arma porque hasta se inclinó hacia ella. Imagínate los gritos que dio mi madre que mi papá era sordo y se quitaba el aparato para dormir y aún así escuchó a mi mamá. Mi papá prendió la luz y no vio a nadie.
Mi mamá trató de tranquilizarse alegando que estaba nerviosa porque sus hijas ya se habían ido de la casa. Pero ese suceso le ocurrió varias veces y cuando me llegó a contar, lloraba arrepentida por dudar de nuestros relatos.
También me contó mi mamá que vio otro personaje, un duende pequeño color café. Antes de cada suceso, ocurría lo mismo: la sensación de ser observada la despertó y vio al hombrecito sentado en su cama.
¡Estoy soñando! –pensó.
Cerró Los ojos y cuando los abrió ahí estaba el hombrecito viéndola y con una sonrisa. Cuando el hombrecito empezó a caminar hacia ella, mi madre empezó a gritarle a mi papá que prendiera la luz. En ese mimo instante el hombrecito brincó hacia la cama de mi padre riendo divertido. Al encenderse la luz el hombrecito ya no estaba. Eso hacía dudar a mi madre de su vivencia.
victoriavalon@gmail.com

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